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mayo 22, 2017

Larga vida a "soledad.piedra". por Sandra Lorenzano (1)


El blog que se llama yo.no.soy edsonlechuga comienza con una declaración que es a la vez poética y de vida, de vida poética, digamos: “…prefiero la duda a la certeza; lo sutil a lo concreto; la posibilidad al hecho; el mito a la leyenda; la lluvia de otoño al sol de verano; el pecado a la pureza; las cosas pequeñas a las grandes; las diablas a los dioses; la izquierda a la derecha y la literatura a la realidad.”

Con este párrafo entramos directamente al universo de Edson Lechuga. O de quien declara no serlo. Un universo marcado por los encuentros y desencuentros que teje el azar, por pieles que apenas se rozan, o que aun rozándose o más apenas llegan a conocerse, por complicidades veladas que se entrelazan en espacios que no por reales son menos oníricos que los propios sueños. Se trata de un universo casi inasible y que sin embargo va dejando una huella que es tatuaje en nuestra lectura. Como si viéramos un paisaje en la lluvia, o detrás de un vidrio que difumina contornos; es y no es familiar al mismo tiempo, es y no es reconocible, es y no es igual a aquel por el que imaginamos transitar.
En el universo de Edson hay una filigrana de la precariedad como riqueza, de lo transitorio.
"Ser en la vida romero... romero..., solo romero", cantó León Felipe.
"Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez solo y ligero,
ligero, siempre ligero."
Y algo de eso busca también Edson.
Nada es para siempre: ni los sueños, ni los amores, ni los recuerdos. Como las mariposas, los billetes que vuelan de un balcón a otro, los búhos, las caricias o los pétalos, las pequeñas epifanías cotidianas pasan revelándonos un mundo más allá del mundo, un mundo inasible que no alcanzamos siquiera a vislumbrar. Y que sin embargo nos conmueve, y al conmovernos nos transforma.
“no sabes cuál es la materia con la que se construye el tiempo entre el sitio de donde sales y el sitio hacia donde vas. quisieras saberlo pero no lo sabes. llena tu cabeza esa pregunta y dejas de ver:” (p.69)
Siempre hay un sitio de donde sales, siempre hay un sitio hacia donde vas. A veces en la geografía, a veces en los cuerpos; en la geografía de los cuerpos que tal vez sean algún día cuerpos amados, o tal vez ya lo hayan sido y lo que seguimos es la huella que dejaron apenas inscrita en una memoria anterior a la memoria.

En el universo de Edson las ciudades, las calles, los aviones, los taxis, los camiones, son sólo un pretexto para soñar con la propia tierra, con veredas, con polvo, con viento que limpia el aire. Por eso en uno de los epígrafes Fernando Pessoa dice: “El viaje son los viajeros. Lo que vemos no es lo que vemos, sino lo que somos”. Por eso quizás lloré con “Atemporal”, mientras lo leía un domingo en la tarde. ¿A quién se le ocurre leer ese cuento en el momento más triste del día más triste de la semana? Voy con Edson, o con alguien que no es Edson, pero que por no ser tampoco es Juan Preciado aunque se le parezca, y tampoco soy yo misma, aunque se me parezca, vamos todos –porque estos cuentos son siempre suma y no resta-, vamos todos juntos, digo, a buscar una infancia imposible. Vine a Pahuatlán porque me dijeron que aquí vivía no mi padre, sino los padres de uno que no es Edson Lechuga.
Detrás de esa puerta está su salud, está su ombligo, su gente. Quién no necesita saber dónde está su gente, su ombligo, su salud. Porque irse no es más que estirar el hilo que Ariadna nos regaló cuando nacimos. Aunque sepamos Edson, qué pena que lo sepamos, que el regreso no existe. Ni a la infancia, ni a la tierra, ni a los brazos que algún día amamos, ni al ombligo. Y por eso el lenguaje, las palabras, la escritura incesante que nos hace creer que a lo mejor sí, que quizás, que quién sabe, que igual y se nos hace, y eso que hemos perdido no está tan perdido sino que nos espera detrás de la puerta, o en el balcón de enfrente (mira que al final eres un romántico).

Lo pequeño, lo mínimo, lo fragmentario encuentran en las páginas de "soledad.piedra" su lugar. De pronto Edson es casi un entomólogo mirando aquello que nadie se detiene a mirar: las pupilas, las golondrinas, las plantas de los pies. Sus mapas son el elogio de la minucia.
Y allí está un cierto modo de ser feliz: felicidad de las pieles, del mar, de las posibilidades aunque no se exploren, sólo porque están allí, de las uñas, de las palabras dichas apenas en medio de los silencios escuchados también apenas. Un modo apenas insinuado de ser feliz.
Susurros, murmullos –vuelvo a Rulfo-, por eso no hay mayúsculas, ni altavoces, por eso casi no hay argumentos: hay encuentros, hay miradas. A veces el cuerpo y su contundencia. A veces un puro erotismo terrenal. A veces a Edson le pesa la ingravidez y decide poner los pies en el suelo y vuelve al cuerpo, a los fluidos, a las necesidades, a las uñas. Y después se deja ir nuevamente a alguna melancólica y solitaria escena.
No hay mayúsculas, decíamos, no hay altavoces. Hay un cuidadoso trabajo con el lenguaje, con las palabras, con la sintaxis. Literatura al descubierto. A la intemperie. Ni más ni menos.
Literatura que tiene bien aprendida, muy bien aprendida, la primera tesis de Ricardo Piglia: un cuento cuenta siempre dos historias. Todos los relatos de soledad.piedra lo saben. Y será el azar, o la casualidad, o los sueños o el destino aquello que lleve a esas historias a cruzarse en algún punto, tal vez a 30 mil pies sobre el océano, tal vez entre un lunar y otro en la espalda de una mujer que casi no se conoce y ya se ama, tal vez en las garras de un tigre borgeano y, como el de Borges, a la vez amenazante y ausente.

"…el hado del destino es imprudente –escribe alguien que dice no ser Edson en la página 74- …el hado del destino es imprudente y no suele dejar huecos, y si los deja, es precisamente para que tú caigas en ellos."
El destino, dijimos, el azar, los sueños, el estar de un lado al otro buscando algo que aún no se sabe qué es y que además nunca encontraremos. El hado, el fado que dirían los portugueses, el fatum latino, me lleva hoy a caer en un hueco, que no es hueco sino un punto en el mapa: "soledad piedra".

“Soledad piedra larga en el Municipio de San Jerónimo Coatlán (en el Estado de Oaxaca) está a 1008 metros de altitud. En la localidad hay 470 habitantes: 219 hombres y 251 mujeres”, dicen.
(http://mexico.pueblosamerica.com/i/soledad-piedra-larga/)

Oaxaca, pienso, vaya día para hablar de Oaxaca. Mientras las armas de nuestro gobierno cubren de sangre el mapa de Oaxaca, alguien que dice no ser edson lechuga, con minúscula, hace del nombre de ese pueblo de 470 habitantes, una de las claves de la literatura mexicana actual.
Como decía Borges –vuelvo a Borges ahora que recordamos los treinta años de su muerte- sobre Jacinto Chiclana: “Señores yo estoy cantando, lo que se cifra en el nombre”. Larga vida a todas las soledad.piedra que en el mundo han sido.



(1) Texto leído en la presentación de soledad.piedra de Edson Lechuga, México, Cal y arena, 2016, en la librería El Péndulo Roma, 21 de junio de 2016.
gracias infinitas, querida Sandra.

mayo 05, 2017

coágulo


la noche aquí es larga
bastarda y obscena
llena de carcajadas y cadáveres
la noche aquí es un insecto
un incesto
un defecto
un incendio
no hay aquí sitio para el mar ni para el monte
no se pueden ver los barcos perdiéndose en la lejanía
ni se escucha el latido de los árboles
coágulos
es lo que nos hierve en el cuerpo
en las costuras de los huesos
en las aceras
en la televisión
coágulos alrededor de nuestros viejos y nuestros hijos
debajo de los muebles de casa
en la mancha textual de los libros
coágulos en las pupilas
en la boca
en las palabras
en el pasado y en el horizonte
la noche aquí es un helecho.oscuro
el rastro de saliva en las desnudas piernas de una mujer
las gotas de sangre en los oídos de un hombre
no hay mar que pueda ser, ni monte
porque aquí la noche es el coágulo de los desaparecidos
las violadas
los decapitados
las levantadas
no hay viento entre las sienes ni cielo posible
sólo el aliento pestilente
el barro pútrido
la pus de la noche
las carcajadas de lodo
este coágulo
y estas mis lágrimas que no sirven para un carajo.


UNAM
luto en mayo
2017

mayo 01, 2017

Unas líneas para entrar en la ferviente materia de la literatura de Edson Lechuga :: por Arturo Córdova Just

Entiendo que, para Edson Lechuga, escribir es entrar en ritmo, boxear con la propia sombra, abrir puertas secretas con la precisa combinación de las palabras.
Escribir para Edson Lechuga debe ser como viajar, como envolver al lector en una atmósfera hipnótica y dejarlo un poco boquiabierto, sorprendido por un certero, pero dulce golpe a la mandíbula del alma.
Los libros de Edson Lechuga no son prosa. En la literatura la prosa no existe. Lo que hay en ellos es una construcción poética, la capacidad de convertirse en surfista y cabalgar no la ola, sino con la ola.
La escritura de Edson Lechuga está sustentada en el vuelo y, también, al sentirse respirar sin separarse de los latidos del corazón. 
Edson Lechuga escribe con las manos y con el plexo solar. Se arriesga por lugares que no son fáciles de ver. Por ejemplo, en Luz de luciérnagas, la novela cuyo escenario es la ciudad de México minutos, horas y días después del inmenso nocaut del 85, el personaje que narra la historia transforma su mirada en una intensa secuencia de estremecimientos, en el ángel terrible que se abraza a nosotros en el derrumbe y nos lleva al pie de la muerte y las imágenes de su dolorosa victoria.
La voz narrativa es también una mirada en la que van apareciendo las fantasmales secuencias que nos llevan al centro del infierno, donde la muerte nos deja ver lo que no tiene remedio y hemos quedado atrapados entre hierros y piedras de una grandeza que habrá de perderse para siempre.
En todas sus narraciones, las voces de los personajes de Edson Lechuga se expresan desde la unión de la superficie y la profundidad, construyen una literatura de escenarios para verse a sí mismos y, al mismo tiempo, permitir que el lector salga de la comodidad para percibir el estremecimiento que implica la belleza.
Estamos delante de una literatura que no acaba, si no que principia en las orillas. La vastedad del mundo y sus acontecimientos es una substancia fluyendo por las venas de cada personaje.
Edson Lechuga ha comprendido que la creación literaria implica aceptar que es la sorpresa quien define nuestras vidas, que lo desconocido no es un don de la lejanía, sino un paradigma tan próximo como infinito.
Su escritura es un reto y cada uno de sus personajes planta la pregunta que necesita dar frutos y facilite morder el pan de la sabiduría.
Una novela, por difíciles que sean sus temas y, por ende su tratamiento es, para Edson Lechuga, como una caja de música. La escritura se desarrolla en el invisible pentagrama del espíritu. Se trata de ver a las emociones por dentro, de mirar con todo el cuerpo, incluso de observar a la muerte con voluptuosidad.
Los temas de Edson Lechuga son el amor y el viaje. Sus personajes son caminantes, y ponen todo el corazón al cruzar cada calle, al llegar a cada esquina.
La literatura de Edson Lechuga es una invitación a mirar con intensidad, estar en el aquí y el ahora, cultivar el presente de la acción poética, descubrir de nuevo nuestro rostro y darnos cuenta que se escribe y se lee para nacer, para purificarnos y pesar nuestros pensamientos.
La literatura de Edson Lechuga como una bandera y hacer ondear nuestras emociones aprendiendo de nuevo que, para llegar al centro del conocimiento, no existen las carreteras y el camino no es recto. Al contrario, somos nosotros quienes, ante el obstáculo, creamos las formas de franquearlo y formas, entonces, de imaginarnos.
La literatura de Edson Lechuga nos servirá para meter las manos al fuego en el que arden nuestras almas y, atravesándolo, va discurriendo el manantial de nuestros pensamientos.
Literatura para la vida y así saber que, de no tomar en las manos nuestro corazón,  es imposible crear, volver a llenar al mundo de imaginación. Edson Lechuga: escribir para salvarse, para cruzar el río e ir mucho más lejos que a la otra orilla.
Literatura para comprometerse con cada palabra, y nuestro sentir sea la verdadera pulsión de nuestros actos.