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noviembre 20, 2016

gotas.de.mercurio

yo aquí, jodida, atenazada por su recuerdo y por tu ausencia. sola. loca.
pero no creas que loca como drogada. no. loca loca, demente, trastornada. con decirte que una de esas noches en que su muerte pesaba demasiado, una de esas noches escuchando en la radio los lamentos apócrifos de la gente, me dio por vestirme elegante: me puse el vestidito granate que tanto te gustaba levantarme, zapatillas de tacón, collar de piedritas, aretes de plata, largos, brillantes, maquillaje discreto, labios rojos, sombras marrón, pelo recogido. tenía unas ganas enormes de meterme en el primer antro y agarrar al primer desgraciado que me mirara las tetas, llevarlo a la 309 y pedirle que me hiciera el amor con todo el desprecio que le fuera posible evocar. salí a la calle con sombrilla, recordé aquel ejercicio poético que tanto nos gustaba y busqué un pinche perro para seguirlo. «el perro es el destino: habrá que seguirlo», decías tú, ¿te acuerdas? pero a las tres y media de la madrugada en las calles de coyoacán no hay perros, o esa noche no había, ni con dueño ni sin dueño. así que me fui al hijo del cuervo y, con sombrilla, me senté elegantemente en la primera mesa donde había unos cuantos güeyes. mala cosa: puro pinche yuppie; puro pinche maricón; puro pinche metrosexual. pura basura. tú sabes, sergio, que a mí los ejecutivos agresivos me repugnan, detesto sus calcetines de rombitos, me sacan ronchas, me dan urticaria, salpullido. prefiero acostarme mil veces con un burócrata gordito y chaparro de camisa blanca de manga corta y corbata delgadita de piel, que con un gerente. prefiero mil veces acostarme con un albañil que con un triunfador bronceado con la billetera llena de tarjetas. no duré ni dos minutos, sergio, me levanté y muy educada les dije que eran una insignificante bolita de caca; que parecían hijos de la cruza entre benedicto dieciséis y raúl velasco; que televisa había hecho estragos con sus cuatro neuronas; que parecían educados en la misma iglesita donde educaron al analfabeto de peña nieto; que a lo más que podían aspirar era a casarse con alguna de las tres mujeres más tontas en la historia de méxico: lucerito, paulina rubio o andrea legarreta; que le hicieran un favor a la gente manteniendo la boca cerrada; que por lo que más quisieran en el mundo no cometieran la atrocidad de educar a sus hijos. no duré ni dos minutos, sergio, vinieron por mí los tipos de seguridad y me echaron a la calle, a las calles, mis calles, nuestras calles, sergio, donde somos libres, donde nadie puede tocarnos, donde somos humo, sombra, pulsión, estremecimiento.

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